Remate

El último párrafo de un ensayo requiere al elaborarlo, por decirlo así, el mismo cuidado del primero. Es un párrafo para acabar de persuadir al lector de nuestra tesis, para cerrar de manera contundente lo que hemos venido desarrollando a lo largo de nuestro escrito. Así que, conocer las características del último párrafo y disponer de alternativas para construirlo demanda algunas consideraciones.

Si bien algunos estudiosos del género ensayístico hablan de que en el último párrafo se hace un resumen de lo ya dicho, considero que esa opción no es la mejor. En principio, porque no estamos elaborando un texto expositivo y, en segunda medida, porque se pierde la oportunidad de usar un espacio para continuar la persuasión de nuestra tesis. Lo más aconsejable, entonces, es intentar otras posibilidades.

Lo básico es entender que el último párrafo no puede estar desligado de la tesis planteada. Resulta común fracasar en este momento, porque se olvida la médula de nuestro razonamiento o se toma una vía ajena a la columna vertebral de la argumentación. Por lo mismo, elaborar el último párrafo es una especie de refrendación de la tesis anunciada al comienzo del escrito. Es la confirmación de la apuesta inicial del ensayista.

En ciertas ocasiones, el último párrafo retoma algo ya dicho pero para ponerlo en otra dimensión, para ver otra perspectiva, para advertir de otras consecuencias. El último párrafo, así entendido, amplía o profundiza un aspecto o una vertiente de las ya argumentadas en otros párrafos. Obvio: no se trata de repetir los argumentos, sino de señalar otro paisaje tan valioso como los ya analizados.

Una alternativa diferente para elaborar el último párrafo consiste en retomar la tesis expuesta pero para conectarla con una tesis futura, con otra temática por desarrollar. Aquí lo valioso es mostrarle al lector la importancia de profundizar en temas contiguos o análogos; o en otras variantes a lo que en el ensayo se ha argumentado. En este sentido, un cierre de este tipo muestra filiaciones de motivos, intuye caminos, prevé otros ensayos por hacer.

Puede servir también en el último párrafo echar mano de alguna cita que tiene la particularidad de decir en pocas palabras lo esencial de nuestra tesis. Pero no se trata acá de desarrollar o analizar la cita en cuestión, como si fuera un argumento de autoridad clásico, sino de ponerla como una rúbrica o una consigna memorable. Lo que se busca con ello es apelar a una sentencia tan irrebatible y concluyente como para que adquiera en nuestro ensayo el tono solemne de una “última palabra”. Lo esencial, en este caso, es lograr producir un efecto contundente en el lector.

Es frecuente también dejar para el final, después de unas cortas reflexiones, formular una pregunta o enunciar un interrogante. Si así se procede, hay que intentar que dicha pregunta realmente aporte a la línea argumental trazada en el ensayo. De nada sirve este recurso retórico, si el cuestionamiento está desvertebrado de la tesis del ensayo o si se lanza la inquietud hacia un cielo indeterminado. Tampoco parece acertado, llenar el último párrafo con una serie de preguntas que dan la sensación de que el escritor ha quedado corto en la argumentación presentada.

En todo caso, utilizando una u otra alternativa, cuando estemos redactando el último párrafo debemos tener presente que no podemos perder la fuerza de la argumentación que traíamos o considerar esta parte como algo secundario. El último párrafo tiene mucho de “cierre de venta”, de “clímax”, de desenlace o remate. En ese párrafo nos jugamos el último recurso de nuestra argumentación, con ese párrafo esperamos dar la “estocada final” para convencer al lector de nuestra tesis.